Con dos huevos

Amanecía el día de hoy blanco y radiante de nieve y los clientes, como viene siendo habitual en días como éste, se negaban a bajar a desayunar a una hora decente. Mejor quedarse durmiendo y aprovechar el hecho de que no se puede ir a prácticamente ningún sitio.

En cualquiera de los casos, la imagen que les esperaba en el restaurante era la siguiente:

Mesas llenas de huevos de chocolate, de figuritas de patos de chocolate, de bollos blanditos, dulces y rellenos de pasas encima de cada plato… Sigue leyendo

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¡Llego tarde! ¡Llego tarde!

Esta noche, al igual que en España, los austriacos también cambiarán la hora de sus relojes. Y, aunque esto en sí no suponga ninguna noticia reveladora ni se trate del descubrimiento del siglo, me parecía curioso enseñaros algo:

20150328_131759Para quienes no sepáis alemán, dice lo siguiente:

«Buenas noches queridos huéspedes:

por favor, no lo olviden: ¡esta noche comienza el horario de verano!

Los relojes se adelantarán una hora.

(Foto de relojito con instrucciones)

(Firmado:) Familia (nombre de los dueños) y todo el equipo del hotel (nombre del hotel).

(Fotos varias)»

Lo primero que me encanta de esto, es que se reparte a cada persona en la mesa que tiene asignada para cenar una copia de este papel (ya sea en alemán, inglés o francés), para recordarles el cambio de hora. Y lo segundo que siempre me hace reír, es quién dedica este tipo de papeles, ya que cada vez que se reparte cualquier información a los huéspedes, la «firma» incluye a los jefes y a todos los trabajadores del hotel. Muy corporativo. ¡Pero queda muy bien!

Por otra parte, en la sala de personal han colgado una misma copia de ese papel, con la única diferencia de que su tamaño es DIN A-3 y no está firmado por nosotros mismos. Habría sido rarito.

Esperemos que esta vez el cambio de hora no conlleve un cambio decorativo, como ocurrió en octubre.

La teoría del buffet libre

Desde que llegué a Austria he estado elaborando una teoría puramente empírica, carente por completo de cualquier base científica. No puedo decir que se trate de una teoría sociológica porque por desgracia carezco de conocimientos en esa materia, pero es una teoría al fin y al cabo.

Esta teoría explica el comportamiento del ser humano ante un buffet libre, uno de esos en los que hay múltiples opciones donde elegir y donde casi todo tiene muy buena pinta… Pero va más allá de las pautas de alimentación de la media de la población. Mi teoría se basa en una serie de leyes prácticamente universales que he observado en cada uno de los hoteles en los que he trabajado hasta ahora y está protagonizada por infinidad de individuos de nacionalidades muy dispares.

La llamaremos «teoría del buffet libre». Comienza con una persona que entra en el restaurante, da un paseo alrededor de lo expuesto, observa, otea… hace alguna que otra foto incluso, si la apariencia de aquello que ve le llama la atención… Y procede… Sigue leyendo

Porque yo lo valgo

Tengo que reconocer que los clientes de este lugar me encantan. Siempre hay alguno que me saca bastante de quicio, pero de cada uno de ellos se podría contar una historia diferente, a cuál más divertida.

Está, por ejemplo, la señora que lleva toda la vida viniendo por aquí, que ostenta el récord de antigüedad en el ranking de visitantes (aunque no el de cantidad de veces que ha venido al hotel), de la que todo el mundo ya sabe qué bebe a cada hora del día, tiene su mesa ya asignada venga cuando venga y (novedad) me abraza cada mañana cuando baja a desayunar. Así, porque sí. Después de ese abrazo conservo su olor durante horas, pero merece la pena por ese pequeño gesto de cariño.

Luego tenemos al señor Sigue leyendo

Minientrada

Ser extranjero significa…

Irse a trabajar a otro país implica muchas cosas. Para mí, estar fuera de casa y haberme convertido en extranjera significa muchas cosas diferentes…

… tener la oportunidad de aprender o mejorar uno o varios idiomas…

… poder conocer a muchísima gente interesante, también de muchos países diferentes…

… vivir experiencias que no se pueden comparar a ninguna otra cosa en el mundo…

… aprender valorar mucho más las cosas y a las personas…

… tener que convivir y trabajar con gente a la que no le gusta que seas extranjera y estés en su país quitándole el trabajo a otros…

… encontrarse a gente que se encargará de recordarte casi a diario que no eres bienvenida en este lugar, porque tu nivel de idioma no es equivalente al suyo, o por el motivo que sea…

… soportar que haya gente que se ría de ti, incluso te desprecie, se niegue a hablar contigo o te diga a la cara (o por la espalda) que no te entienden cuando hablas…

… querer mandar a toda esa gente a darse un paseíto bien lejos cualquier día…

… pero también, que, aún así, existe siempre alguien interesante alrededor que te hace recuperar la fe en el ser humano. A veces.

Y me da rabia tener que decir esto que llevo intentando evitar escribir desde que me vine a Austria, pero hoy lo voy a hacer: el austriaco medio es un ser conservador tirando a xenófobo, en la mayor parte de los casos, aunque también hay muchas excepciones. Por suerte.

Que conste que todo esto no es más que mi opinión, basada en mi experiencia propia. Nada más.

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Algo se muere en el alma cuando un amigo se va

Una de las cosas que tiene el irse a vivir o a trabajar a otro país es que la familia y los amigos se quedan atrás. Es algo lógico y normal.

De entre todas esas personas, las hay que se mantienen ahí, en la distancia. Y parece que no te has ido. Hay otras con quienes empiezas a relacionarte más ahora que no las ves a diario; tal vez porque se interesen más por saber qué haces cuando estás tan lejos o tal vez porque realmente descubras que, simplemente, merece la pena que estén ahí. Y luego está el tercer grupo: el de la gente que desaparece, sea por la razón que sea. Porque ya no les escribes, porque ya no les avisas las pocas veces que vuelves a casa, porque les molestan cosas que creen que has hecho y te da pereza tener que dar explicaciones que sabes que no van a servir para nada, o porque, simplemente, descubres que tú a ellos tampoco les interesas, aunque ellos mismos no quieran aceptarlo. No es divertido, pero te acabas dando cuenta de que no eran amistades verdaderas. O, al menos, no lo que tú esperabas.

¡Y los que entran por los que salen! Llegas a un país en el que no todo el mundo te acepta, sobre todo porque eres extranjera, o donde te aceptan enseguida, precisamente porque vienes desde lejos y quieren que te sientas casi como en casa. Y luego hay gente que viene y va, con quienes te cruzas unas cuantas veces o quienes se quedan más tiempo y que, con el paso de los días, te demuestran que aún no es tarde para conocer a gente de lo más interesante. Sigue leyendo

Un mundo feliz

A esta altura de los Alpes no suelen ocurrir muchas cosas. La vida discurre tranquila, sin grandes complicaciones ni sobresaltos. Hasta que llega un día en que se presenta una novedad, y es como si fuera la mayor fiesta de la temporada.

La novedad de esta semana nos la han traído unos visitantes estadounidenses. Se trata de un grupo de unas 22 personas, la mayor parte de ellos miembros de los equipos de esquí alpino y de snowboard… paralímpico. Sí, son deportistas de élite. Sí, son famosos. Y sí, tienen una serie de necesidades que son muy distintas de las del resto de clientes. ¿Y que significa todo eso? Pues nada, porque son infinitamente más amables, más agradecidos y tienen un corazón mucho mayor que el de la mayoría (aunque hay excepciones, por suerte) del resto de personas que vienen por aquí.

A las 7 de la mañana ya están todos Sigue leyendo

Digan lo que digan los demás

M. S. entró el martes por la puerta de atrás. Por la misma por la que entramos todos, básicamente. Llegó acompañado de tres de sus secuaces, a los que se sumaron nuestros cocineros habituales y otros cuantos que vienen de vez en cuando a ayudar. En total, creo que fueron unos 12 organizando el asunto.

Al final resultó que este señor es relativamente más campechano de lo que todos (los nuevos) esperábamos. Los que ya le conocían de los años anteriores saben cómo es y bromean con él como si le conocieran de toda la vida. Pero nosotros habíamos oído hablar tanto de él, que parecía que íbamos a recibir a un señor rodeado de un aura divina al que no se podía tocar y al que se le debía hablar de usted y solamente lo justo y necesario… y nada de eso. Es un tío accesible, pero se nota que es más figura publicitaria que cocinero. En total, este hotel se gastó una cantidad de cinco cifras en hacerle la compra para dos días, y, por lo que me han chivado, no cocinó demasiado, sino que se dedicó a controlar que todos hicieran lo que él quería tal como él lo quería. Sigue leyendo