Dulces de pascua

Aunque ya ha pasado la semana santa y una parte de la ciudadanía de este país ha cesado de consumir azúcar como si no hubiera un mañana, yo quisiera aprovechar la tesitura para ofrecer más imágenes de dulces típicos de estas fechas:

Foto de un Pinze

El Osterpinze de la imagen es un dulce que se consume en los días previos a la Pascua, y está hecho a partir de harina, levadura, leche, mantequilla, azúcar, huevos y, si se desea, pasas. A mí personalmente me gusta más sin pasas, tiene un sabor muy parecido al pan de leche.

Y en esa otra imagen os enseño una cesta con huevos de pascua (huevos cocidos y después pintados) y chocolate, como se suele regalar a los niños, y dos ejemplares de Osterlamm (cordero de pascua), que es, por supuesto, también dulce. Su significado está relacionado con el cordero de dios (que quita el pecado del mundo, etc.) y simboliza la paz y la pureza. Y como a estas alturas ya se acaba la cuaresma y el ayuno, ¡pues azúcar para el cuerpo! Ya que, de nuevo, se hace con azúcar, harina y mantequilla o, como es el caso de los que se ven en la foto, con aceite. Muy ricos, en cualquier caso.

Y después de ver las fotos, a lo mejor alguien se está preguntando qué es ese ramo tan raro que se ve en ambas… Son los Palmbuschen o ramos (del domingo de ramos) que se pueden montar como uno desee o como nos ofrezcan en las tiendas, y con ellos se va precisamente el domingo de ramos a la iglesia a que lo consagren.

En definitiva, aunque la semana santa por aquí es más colorida que en España, las tradiciones siguen estando muy arraigadas y se aprovechan estos días para pasarlos con la familia, cocinar, hornear y comer hasta el infinito y más allá, especialmente dulces. Aunque, bueno, yo creo que cualquier excusa es buena para comer dulces ¿no os parece?

Parole, parole, parole

Hay cosas que a pesar de los años que llevo aquí aún no soy capaz de decir en alemán. O palabras que, por extraño que pueda parecer, nunca antes había oído. En esos casos suelo intentar descifrar por mí misma qué puede significar aquello.

Una de esas palabras que para mí no tenían ningún sentido ni en el original ni después de mi propia traducción es Frühschoppen. Mi cerebro entendía eso como Früh = pronto + schoppen, que yo interpretaba como shoppen = comprar. Es decir, ir a comprar temprano. Algo así como colocarse a las puertad de una tienda el primer día de las rebajas, ¿no? Aunque no parecía ser la traducción correcta, ya que siempre que alguien hablaba de ello solía caer en domingo, y aquí ese día las tiendas están cerradas. Así que, ¿Qué querían comprar?

Según el diccionario Pons significa aperitivo. Lo cual tampoco termina de encajar con lo que yo he visto, que consiste en que el día después de una fiesta en el pueblo (o donde sea), al día siguiente a las 11 de la mañana se continúa festejando con cerveza y pollo asado o lo que sea que ofrezcan en el lugar en cuestión.

Otra de esas palabras raras es Stammtisch. Sigamos el hilo de mi cabeza: Stamm = tronco + Tisch = mesa. O sea, una mesa hecha a partir de un tronco muy gordo, seguramente. Nada más lejos de la realidad. Pons nos dice que es una mesa reservada para la clientela habitual. O en una más amplia acepción de la palabra, yo lo entiendo como quedar con las amigas/ amigos en un sitio determinado a intervalos regulares, aunque no siempre sea en la misma mesa. O, al menos, eso es lo que hago yo una vez al mes.

Puestos a hablar de palabras nuevas, hace poco he aprendido que el Federpennal es el estuche escolar (pero sólo en Austria), que los Filzstifte son los rotuladores aunque Filz sea fieltro, y que al año bisiesto se le dice Schaltjahr.

¿Alguna otra palabra con difícil o libre interpretación?

Allí me colé

Y en la fiesta me planté. Disfraces para todos, y algo de comer.

El año pasado el Cocinero alemán y yo nos apuntamos por primera vez a la fiesta de disfraces del pueblo, uno de los acontecimientos sociales más divertidos de los que organizan por estos lares.

El tema elegido esta vez fue mitología griega, un tema que a mí personalmente me encanta y que me habría proporcionado bastantes ideas para disfrazarme pero… Para hacerlo un poco más divertido y dado que el Cocinero alemán tuvo que hacer honor a su profesión en la fiesta, me uní al mismo grupo del año pasado y acordamos disfrazarnos de Dioses de (introducir aquí el nombre del pueblo). Y así, combinamos el tema de la mitología con profesiones y asociaciones del pueblo: el alcalde, la panadera, el bombero, etc.

El grupo, al igual que el año pasado, fue aumentando de tamaño con el paso de los días hasta que finalmente llegamos a ver veintisiete diosas y dioses, cada uno con sus atributos particulares. Aunque, para mantener la unión del grupo y sobre todo de cara a reconocimientos externos, nos pusimos todos este mismo brazalete:

y entramos a la fiesta con una pancarta gigante con el nombre del grupo.

Al igual que el año pasado, había ciertos disfraces repetidos hasta la saciedad – jamás habría imaginado que Medusa es un personaje tan recurrente – y se veían infinidad de túnicas y vestidos blancos, y algún que otro torso masculino de mediana edad al aire.

El Cocinero alemán consideró, además, que con esa temática pegaría bastante bien un menú de dos o tres platos griegos, que por lo visto fueron bien recibidos por parte del público.

Y, como colofón, mi grupo volvió a quedar segundo en la clasificación, aunque de nuevo me perderé la comilona porque el día que la mayoría ha elegido para ingerir el premio, yo ya tengo otros planes.

En el fondo, lo de ganar o no a mí me da lo mismo porque sé que lo mejor de todo es disfrazarme un par de horas. Yo con eso ya soy feliz.

Dulces típicos

Hace aproximadamente un año volví a cambiar de trabajo a causa de una falta extrema de sueño y de todo lo que ello conlleva… Dejé un turno de noche bastante práctico para según qué cosas y me fui a un sitio al que ahora puedo ir incluso andando, lo cual, con los precios actuales de la gasolina, no viene nada mal.

El caso es que a raíz de este cambio no solamente estoy aprendiendo cosas de este pueblo y de sus gentes, sino también tradiciones culinarias de este país, especialmente a nivel dulce. Y ya que hoy es martes de carnaval, os presento al Krapfen, también llamado, entre otras cosas, berlinesa o donut frito:

Según wikipedia «Se elabora con harina, leche, azúcar, manteca, huevo, levadura, esencia de vainilla, ralladura de limón y sal.» Y después, se fríe, se rellena de mermelada de melocotón, de alguna otra, de nutella incluso o de crema de vainilla, como los de aquí abajo:

No están recomendados para gente que aspira a cuidar de su línea; es grasa y azúcar en estado puro, pero lo cierto es que están riquísimos y son precisamente típicos de un día como hoy. Así que ¡a disfrutar de un poco de azúcar!

Prepara la mochila para el cole

… y mientras esperamos, vamos adelantando un poco una parte del proceso, y nos vamos a comprar la mochila del cole.

Por alguna razón que no alcanzo a comprender, el hecho de comprar la primera mochila escolar parece ser un momento especial y realmente importante cuando se va a empezar con esta nueva etapa. A través de otras mamás, descubrí que hay una tienda especializada en este artículo tan sólo dos pueblos más allá, así que allí nos fuimos.

La recomendación que me hicieron ya antes fue pedir una cita. ¡Una cita! ¡Para comprar una mochila! Nos arriesgamos y fuimos de forma espontánea, a lo loco. Y al llegar nos encontramos solos en el lugar y con tres vendedores para nosotros.

Una de ellas le propuso a Monete escoger cuatro o cinco mochilas diferentes de las muchísimas que había desplegadas por las largas paredes de la tienda y, mientras el Cocinero alemán y yo nos acomodábamos en un sofá, se las fue probando una a una y dando paseos a lo largo y ancho de la tienda. Ésta es enorme. Esa otra no se le pega bien a la espalda. Aquélla tiene los tirantes demasiado anchos. Tiene su aquél esa profesión.

El caso es que al final elegimos una de tan sólo casi un kilo, con un cierre súper chulo de no sé qué, bolsillo exterior para conservar frescos los alimentos, decoraciones intercambiables previo pago y tirantes adaptables, y todo por el módico precio de trescientos euretes. Ahí está la ganadora:

Y cuando yo pensaba que nos habíamos gastado una pasta ¡en una mochila! me cuenta una amiga un par de días después que la mejor amiga de Monete ha elegido una con un LED en el bolsillo de abajo y le ha costado evidentemente todavía más…

Quiero ver la parte positiva en el hecho de que la mochila crece y se estira a la par que el niño, que dentro ya había dos estuches, uno lleno de pinturas, y que tiene cuatro años de garantía, que es el tiempo que la va a necesitar mientras curse primaria.

Además, le «regalaron» un cono de este estilo:

que se entrega a la criatura el primer día de clase y que se rellena con gominolas, una goma de borrar, lápices y cosas útiles para comenzar el colegio. Pero eso ya os lo contaré cuando lleguemos.

De momento, nos quedamos con la mochila colorida y una foto de Monete sentada en un trono con ella y con su cono (Schultüte se llama), de la cual tenemos nosotros dos copias, mientras que una tercera está colgada en el escaparate de la tienda junto a la amiga con su mochila de LED.

Los españolitos hacemos por una vez…

…algo a la vez… Me encanta escuchar esa canción de Mecano cuando está acabando el año. Me recuerda a España, y a las tradiciones, y a mi infancia… ¡Creo que me estoy haciendo mayor!

También me recuerda a los propósitos de año nuevo que al final nunca me da tiempo a cumplir, como por ejemplo escribir más a menudo por aquí. Siempre lo intento, y siempre pasa algo entre medias, y siempre pasan los días… Supongo que volveré a intentarlo, Monete ya tiene seis años y no necesita tantos cuidados como para no permitirme pasarme por aquí más a menudo. ¡Aunque no prometo nada! Y ahora un secreto: mi propósito para el año 2024 es aprender griego. También me gustaría aprender ruso, pero de griego ya tengo cosas en casa, a lo mejor me animo más fácilmente.

Y hablando de idiomas: desde la semana pasada yo también formo parte del propósito de nuevo año de mi cuñada, y estoy intentando enseñarle español. Lo cual no es en absoluto sencillo, porque cosas que yo creo que serían fáciles de entender requieren de otros conocimientos previos y al final es un lío decidir por dónde empiezo y cuáles son los siguientes pasos. Ya le he dicho que si el experimento no sale bien, siempre tiene tiempo de buscar (y pagar) una academia o clases con un profesor de verdad. A ver cómo acaba esto.

Lo que sí sé es cómo acabará el día de hoy… Bueno, no sé si en casa de unos amigos o en la nuestra, eso lo decidirá Monete sobre la marcha, pero en cualquier caso yo sigo fielmente la tradición de las uvas y allá donde voy o desde donde sea que vengan nuestros invitados, aquí se comen las uvas a las 12 viendo a Ramón García. Siempre les parece una tradición graciosa y acabamos riéndonos mucho. Y una amiga que ya lleva repitiendo cuatro años se ha convertido en una auténtica profesional.

¿Y vosotros, qué vais a hacer en Nochevieja? ¿Tenéis también algún propósito para el próximo año? ¿O alguna idea, aunque luego no dé tiempo a cumplirla?

Os deseo a todos feliz salida y entrada de año, o como se dice en alemán: einen guten Rutsch! (= ¡Un buen resbalón!).

Baile de disfraces

Soy de la opinión de que cualquier excusa es buena para disfrazarse y/o hacer el tonto un rato. O un par de horas. Y lo peor es que dicha opinión va en aumento según pasan los años.

El fin de semana pasado me dieron la oportunidad perfecta para poner en práctica esta cuestión, ya que el equipo de fútbol local organizó un baile de disfraces. Y, como un evento de este tipo parece ser uno de los platos fuertes de la vida social del pueblo, allá que nos fuimos el Cocinero alemán y yo con nocturnidad y alegría.

El tema de este año era Hollywood en su más amplio sentido. De alguna manera, acabamos entrando a formar parte de un grupo que creció rápidamente con el paso de los días y que finalmente incluyó a 27 personas. Decidimos por votación que nos disfrazaríamos de paseo de la fama de Hollywood. Hubo otro grupo más pequeño que nos copió la idea y cuyos miembros se vistieron literalmente de estrellas rosadas; nosotros nos concentramos en personas y personajes y, a pesar de no habernos puesto de acuerdo de antemano, no hubo dos parejas iguales.

Allí nos juntamos un Gandalf, una Maléfica, varios personajes de Walt Disney, una Marilyn y hasta nos acompañó la Whoopie Goldberg monja más masculina y graciosa que he visto nunca. Yo me planteé varias opciones y me habría gustado disfrazarme de Óscar (el premio) embutida en un traje amarillo bastante llamativo, pero optamos por la idea inicial del Cocinero alemán de vestirnos de Familia Addams. No nos quedó nada mal, por cierto.

Y allá que nos fuimos los 27, entrada triunfal con nuestra pancarta y acompañamiento musical incluido. Nos recibió un alcalde próximo a la jubilación con una peluca muy graciosa, un Rambo equipado con una pistola de agua gigante de sus hijos pequeños, unos cincuenta Denny Suco y varios millones de piratas.

Tal fue nuestra originalidad que acabamos recibiendo el segundo premio al mejor grupo (por detrás de unos piratas que habían reconvertido una bañera con ruedas en barco) y hasta salimos en los periódicos locales. Con qué poco se conforma una.

El final de la fiesta (para mí) lo anunció el momento en que una amiga y yo dejamos de observar a los presentes y de bailar y pasamos a preocuparnos por quien iba a limpiar todo ese destrozo al día siguiente. Nos hacemos mayores. O se nota que tenemos hijos y más cosas que limpiar.

En resumen, para haber sido mi primera fiesta social desde que vivimos aquí, estuvo más que bien, pude conocer a más gente del pueblo y observar a otros en su estado natural, y ya tengo hasta ganas de repetir el año próximo. La próxima cita, de momento, es la fiesta de disfraces para niños del próximo fin de semana. A ver quién es el valiente que recoge después todo eso.

¡Feliz feliz aniversario!

Justo hoy hace dos años que me casé. ¡Ah! ¡Espera! Que nunca llegué a escribir sobre aquello… Pues habrá que retroceder un poco en el tiempo…

Allá por el año 2019, en una acción bastante poco impresionante y carente por completo de romanticismo, pero no por ello falta de sorpresa, el Cocinero alemán me preguntó si quería casarme con él. Mi respuesta fue: «pero no quiero una boda grande».

Pasaron los meses y comenzamos a organizar cosas. Yo me apunté a esa web donde te recuerda cada día cuánto queda para la gran fecha, cuándo hay que reservar cada cosa, etc., y nos dedicamos a escribir una lista de invitados que no paraba de crecer y crecer.

En el camino de esa aventura nos topamos con la burocracia, esa vieja conocida mía. Nuestra idea original era casarnos por lo grande en septiembre de 2020, y la boda civil queríamos hacerla antes de esa fecha, nos daba igual que fuera un día o un mes antes… Simplemente, cuando estuviera el papeleo preparado. Ahora bien, en ningún caso con una diferencia mayor de seis meses entre ambas fechas, porque, si no, la documentación pierde su validez. Así que en enero nos pusimos a ello.

La funcionaria de nuestro ayuntamiento nos ayudó en todo el proceso. Lo que a nosotros nos pidió fue lo siguiente:

  • Documento de identidad. Ella nos hizo las copias correspondientes, pero a lo mejor hay quienes no tienen tiempo o ganas, por lo que siempre es aconsejable llevarlas, por si acaso.
  • Meldezettel de ambos, para comprobar nuestro lugar de residencia.
  • Certificado de nacimiento, que en mi caso tuve que mandar traducir (con traducción jurada) por aquello del idioma, aparte de presentar también el original, a pesar de que ella no entendía nada.
  • La llamada Ehefähigkeitsurkunde, o, como se llama en España, certificado de capacidad matrimonial, que sirve para demostrar que se está soltero y por lo tanto se puede uno casar.

Este último punto fue en un caso fácil y en el otro más complicado. A la hora de obtener la documentación del Cocinero alemán, la funcionaria se encargó personalmente de ello, dado que entre las administraciones de estos dos países existen acuerdos para ello. En el caso español, nos costó un poco más…

Primero tuve que informarme a través de la Embajada de España en Viena sobre cuáles eran los pasos a seguir. El primero de todos ellos fue tramitar la solicitud del certificado de capacidad matrimonial, para lo cual es necesario rellenar un formulario que se puede descargar en este enlace, y al cual hay que acompañar de una serie de documentación, básicamente la misma que me pidieron en mi ayuntamiento. Todo ello se remite por correo electrónico y, si no falta ningún documento, se tardan aproximadamente ocho semanas hasta que se puede dar el siguiente paso.

En nuestro caso, ese trámite se alargó algo más de la cuenta, ya que en esa fecha comenzó el confinamiento debido al coronavirus, y como el mundo entero se paró, así también lo hizo nuestra solicitud.

En el mes de mayo recibimos por fin confirmación de que todo estaba en orden y, por lo tanto, podíamos concertar una cita presencial en la Embajada para ratificar nuestra solicitud y presentar los originales de los documentos enviados previamente.

Ya había oído a algunas personas comentar que dicha entrevista se hacía a ambos contrayentes por separado, como en las películas, para comprobar que no se trata de un matrimonio de conveniencia. En nuestro caso, las tres horas de viaje hasta allí (más las otras tres de vuelta) se redujeron a una entrevista conjunta de media hora de duración; ya que habían visto que llevábamos años compartiendo dirección y, además, hay un retoño en común.

Nos dijeron, también, que teníamos que dejar pasar creo que 48 horas o algo así (del tiempo exacto ya no me acuerdo bien), en el cual se haría pública nuestra intención de casarnos, en caso de que alguien tuviera algo que objetar en contra de ese matrimonio. Y, después, si no había quejas, ya recibiríamos mi certificado, que nuestro ayuntamiento aún seguía necesitando.

Con todo esto llegamos ya al mes de junio y solamente teníamos hasta primeros de julio si queríamos hacer la boda civil antes de que acabaran los seis meses de plazo. De lo contrario, habría que repetir todo el proceso desde el principio, visita a la Embajada incluida.

A últimos de junio por fin recibimos toda la documentación, y acordamos una cita para la boda con la funcionaria: el siguiente sábado, que era el último de mes, y que cayó en tal día como hoy. Es decir, no elegimos la fecha para conmemorar algo especial, sino porque era la última opción que nos quedaba.

A pesar de que fue una boda en la que solamente estuvimos nosotros tres presentes más dos amigos, yo me quise atener a la regla esa que cuentan por ahí y llevé algo nuevo (los zapatos, que en teoría iban a ser para la boda grande), algo viejo (el vestido, que ya había intentado usar sin éxito para dos bodas anteriores), algo azul (las uñas de los pies, ya que el vestido era verde y no conjuntaba muy bien) y algo prestado (la pulsera de una amiga). Yo lloré, como me pasa en todas las bodas, firmamos, nos fuimos a comer y a las dos estábamos de vuelta en casa para la siesta de Monete.

A la Embajada tuvimos que enviar posteriormente una copia del certificado de matrimonio y el libro de familia que ya teníamos para que inscribieran el acontecimiento.

Y esto fue todo en realidad. La boda grande la tuvimos que aplazar, ya que por motivos sanitarios no podían hacerse grandes celebraciones… Y al año siguiente cuando parecía que la cosa iba algo mejor resultó que no lo era del todo y, ante varias bajas importantes y algo de inseguridad respecto a las medidas sanitarias, decidimos dejarlo como estaba. Y no, ya no va a haber boda grande, porque a mí, después de dos intentos, ya no me apetece volver a empezar con los preparativos y porque, aunque no pudiera venir nadie de la familia por lo precipitado de la fecha, en realidad tuve la boda pequeña que yo quería.

Fin.

PD. Si alguien necesita información más oficial que la que yo pueda aportar, aquí está todo incluido.