Cómo tramitar y renovar el DNI de mi hijo español estando en Austria

Para poder realizar este trámite es importante que el niño ya esté inscrito en el registro de residentes de la Embajada; si se tratara de un caso urgente tipo «hemos perdido / nos han robado la documentación del menor y no podemos volver de nuestro viaje» o algo así, yo recomendaría contactar con la policía y con la embajada (o consulado, en su caso) directamente.

Bien, dicho esto es preciso aclarar que los niños de hasta 12 años pueden llevar a cabo este trámite en el Consulado; para niños que superen esa edad y adultos será preciso acudir a la Embajada, pero eso es algo de lo que ya he hablado en otro lugar.

Lo primero que debemos hacer es ponernos en contacto con el Consulado o Embajada (dependiendo de la edad del menor y de qué nos quede más cerca) para concertar una cita. Si vamos a acudir al Consulado, será necesario comunicar esta decisión igualmente a la Embajada, para que remitan el expediente correspondiente al Consulado y que desde allí puedan llevar a cabo el trámite.

Una vez iniciado el proceso, debemos reunir y aportar los siguientes documentos cuando acudamos a nuestra cita:

  • Dos copias del consentimiento para la expedición del pasaporte de un menor, cada una de ellas rellenada y firmada por uno de los progenitores.
  • DNI o pasaporte en original y fotocopia. Yo suelo llevar la fotocopia de los documentos de nosotros tres.
  • Una foto del menor.
  • Fotocopia del resguardo de pago del pasaporte a nombre y cuenta de la Embajada española.

Cuando hayamos presentado toda esta información y confirmado que los datos que la Embajada dispone nuestro hijo son correctos, se enviarán desde el Consulado y nosotros recibiremos, aproximadamente un mes después, la confirmación de que se remite el pasaporte de nuevo al Consulado, con quien habremos de ponernos de nuevo en contacto para concertar una cita e ir a recogerlo.

Para más información, os recomiendo visitar directamente el apartado dedicado a este tema en la página web del Ministerio de Asuntos Exteriores.

La invención más importante de mi vida

La invención más importante de tu vida es…

Sé que esto va a sonar un poco cursi y me hago cargo de ello… Aunque también supongo que no seré la única que lo piense… En cualquier caso, yo diría que mi mejor invención en esta vida es mi Monete; nunca habría imaginado que con un niño en casa la vida sería tan diferente, tan desafiante en algunos aspectos y a la vez tan divertida. No dejo de aprender día a día aunque creía que no sería posible, y por ello estoy agradecida.

Prepara la mochila para el cole

… y mientras esperamos, vamos adelantando un poco una parte del proceso, y nos vamos a comprar la mochila del cole.

Por alguna razón que no alcanzo a comprender, el hecho de comprar la primera mochila escolar parece ser un momento especial y realmente importante cuando se va a empezar con esta nueva etapa. A través de otras mamás, descubrí que hay una tienda especializada en este artículo tan sólo dos pueblos más allá, así que allí nos fuimos.

La recomendación que me hicieron ya antes fue pedir una cita. ¡Una cita! ¡Para comprar una mochila! Nos arriesgamos y fuimos de forma espontánea, a lo loco. Y al llegar nos encontramos solos en el lugar y con tres vendedores para nosotros.

Una de ellas le propuso a Monete escoger cuatro o cinco mochilas diferentes de las muchísimas que había desplegadas por las largas paredes de la tienda y, mientras el Cocinero alemán y yo nos acomodábamos en un sofá, se las fue probando una a una y dando paseos a lo largo y ancho de la tienda. Ésta es enorme. Esa otra no se le pega bien a la espalda. Aquélla tiene los tirantes demasiado anchos. Tiene su aquél esa profesión.

El caso es que al final elegimos una de tan sólo casi un kilo, con un cierre súper chulo de no sé qué, bolsillo exterior para conservar frescos los alimentos, decoraciones intercambiables previo pago y tirantes adaptables, y todo por el módico precio de trescientos euretes. Ahí está la ganadora:

Y cuando yo pensaba que nos habíamos gastado una pasta ¡en una mochila! me cuenta una amiga un par de días después que la mejor amiga de Monete ha elegido una con un LED en el bolsillo de abajo y le ha costado evidentemente todavía más…

Quiero ver la parte positiva en el hecho de que la mochila crece y se estira a la par que el niño, que dentro ya había dos estuches, uno lleno de pinturas, y que tiene cuatro años de garantía, que es el tiempo que la va a necesitar mientras curse primaria.

Además, le «regalaron» un cono de este estilo:

que se entrega a la criatura el primer día de clase y que se rellena con gominolas, una goma de borrar, lápices y cosas útiles para comenzar el colegio. Pero eso ya os lo contaré cuando lleguemos.

De momento, nos quedamos con la mochila colorida y una foto de Monete sentada en un trono con ella y con su cono (Schultüte se llama), de la cual tenemos nosotros dos copias, mientras que una tercera está colgada en el escaparate de la tienda junto a la amiga con su mochila de LED.

Vamos al cole

Una vez os hablé un poco por encima del sistema educativo austriaco. Pues ya que nos encontramos en el paso de la guardería a primaria, os voy a contar un poco cómo funciona ese proceso.

En el mes de octubre recibimos por parte de la guardería la información relativa a la inscripción en el colegio, que consta de varias partes. Primero, tuvimos que concertar una cita con la directora del colegio del pueblo, con la intención de presentar al niño, entregar una serie de formularios y hablar unos diez minutos. Los formularios, si a alguien le interesa, ya nos los habían hecho llegar a través de la guardería, e incluyen cosas como nombre y apellidos, trabajo de los padres, datos de contacto evidentemente, consentimiento para darles una pastilla en el colegio en caso de catástrofe nuclear, lo típico. Esto último es cierto.

El siguiente paso tendrá lugar en el mes de febrero. En un determinado día, la guardería lleva a todos los niños mayores al colegio, y allí pasan alrededor de dos horas haciendo no sé exactamente qué en grupo. Y otro día distinto, por la tarde, tenemos que llevar los padres a los niños otra vez al colegio, siguiendo una lista que nos han ofrecido, a que hagan un test de forma individual que dura alrededor de cuarenta minutos.

Decidme lo que queráis, a mí ese test me parece una crueldad. No por las actividades que tienen que hacer en sí, ya que son cosas que se supone que tienen que saber antes de empezar el colegio, sino porque, en el fondo, sirve para descartar: aquellos que no cumplen con el estándar que se espera de ellos (en febrero, siete meses antes de empezar el colegio), se derivan a la Vorschule que ya os contaba en su día. Esa Vorschule se hace también en el mismo colegio y, en el caso de este pueblo, en la misma clase que el resto de niños, ya que no son tantos como para hacer una clase extra. Lo cual no está tan mal. Lo que me parece cruel es clasificar las aptitudes de esos niños tan pronto y ya con la idea de fondo de que algunos de ellos no van a lograr completar el primer curso, y por lo tanto necesitan un año extra. ¿Qué necesidad tienen niños de 6 años de demostrar cierto tipo de cosas? ¿No estamos aburridos de escuchar que cada niño aprende a su ritmo, que debemos dejarles tiempo… pero a la hora de entrar al colegio, o saben hacer algo o necesitan automáticamente otro año más?

En fin, no me quiero extender porque este tema me daría para una entrada entera, ya que yo personalmente tengo sentimientos encontrados respecto a este sistema.

Cómo se procede después de ese proceso es algo que os podré contar cuando superemos (o no) el «test de madurez» como lo hacen llamar.

Hay padres que deciden llevar a sus hijos a colegios privados o de integración; en cualquiera de esos casos, somos nosotros los que tenemos que informarnos con la suficiente antelación y contactar directamente con el susodicho colegio para seguir sus trámites. Recalco lo de la antelación, ya que determinados colegios tienen una muy larga lista de espera, y a veces hay que hacer la inscripción más de un año antes de que el niño vaya a empezar el primer curso.

En cualquiera de los casos, la directora del colegio nos dijo que normalmente los padres nos preocupamos por este proceso y por ese test bastante más de lo que realmente sería necesario. A lo mejor tiene razón. A Monete, por ahora, le importa bastante poco toda esta historia, así que lo único que nos queda por hacer es esperar…

¿Juegas?

¿Juegas a algo en tu día a día?

Dicen que los hijos te cambian la vida, y es verdad. A mí siempre me ha gustado mucho jugar a juegos de mesa y me encanta hacer puzzles, pero desde que tenemos a Monete y ha superado cierta edad, juego mucho más que antes. A veces, a juegos que yo ya tenía o quería tener cuando era pequeña, como el Tragabolas, el juego del pirata con las espadas y el barril (versión Olaf) o el de Operación (versión Trolls).

Otras veces, jugamos a juegos nuevos, o al menos desconocidos para mí. Recientemente hemos descubierto uno llamado Mini Lük:

… que incluye un cajetín con números (en la foto se ve el reverso, cada uno con un color) y un libro, y el juego consiste en relacionar las imágenes de una página del libro con las de la página que está justo al lado precisamente a través de los números del cajetín, siendo posible controlar uno mismo si la solución es la correcta comparando el dibujo que se forma al reverso de los números con el dibujo que aparece en la página en la que se ha estado jugando. A lo mejor lo explico de forma un poco complicada, pero me parece muy interesante y, además, he descubierto que parece ser un juego típico de Austria; aquí lo conoce todo el mundo, pero mis suegros, cuñados y demás conocidos de origen alemán nunca habían oído hablar de él.

A través de recomendaciones y regalos, también hemos descubierto otros juegos educativos que al mismo tiempo son bastante divertidos.

Y, así, mientras jugamos, aprendemos las formas y los colores, la hora o las reglas de tráfico. Éste último ha resultado ser el preferido de Monete estas navidades. Aunque yo sigo esperando hasta mañana, a lo mejor los Reyes Magos nos traen algún que otro juego, para tener más variedad.

Monete juega mucho con Barbies, Playmobil y Lego, y yo a veces, cuando de verdad necesito distraerme, juego a un juego en el móvil al que llamamos «el de las vacas»; que cada cual imagine de qué trata.

Y muchas otras veces, soy yo la que propone o digamos casi medio obliga al resto a jugar a algo que no tenga que ver con muñecos. Que no es que sea malo, pero un poco de variedad no viene mal.

Así que sí, en nuestro día a día jugamos y mucho. ¿Y vosotros?

Va de regalos

Dinos uno de los mejores regalos que te hayan hecho.

Para responder a esta cuestión que se me plantea, la respuesta fácil es decir que alguien que me regale un libro acertará seguro. Soy de esas personas que no pueden tener nunca suficientes libros y que siempre compra varios a pesar de tener otros cuantos esperando en la estantería.

Soy también una persona que aprecia mucho los detalles y los gestos que para la mayor parte de los mortales suelen pasar desapercibidos, por lo que cualquier cosita se convierte para mí en una alegría.

Pero si tuviera que elegir uno sólo de entre todos los detalles y regalos que alguna vez he recibido, sin duda me quedaría con el regalo que recibí en mi último cumpleaños de parte de varios amigos y de mis suegros: un billete de avión para ir con Monete a ver a la familia a España. Yo no tenía pensado ir, y este grupo de maravillosas personas se interesó por cuándo tenía yo vacaciones y me reservó dos billetes.

Lo que más me gustó de este regalo no fue tanto la parte material del mismo como el hecho de que se preocuparon por conseguir que viera a mi familia, y lo que me regalaron sobre todo fue tiempo. Tiempo para compartirlo con los seres queridos, que muchas veces no aprovechamos todo lo que nos gustaría hasta que resulta ser tarde. Tiempo, porque yo ya había dicho a mucha gente que no iba a ir a España en verano y realmente sí fui: si me estáis leyendo, os pido perdón, pero cuanto más tiempo pasa, más disfruto volviendo a ver a la familia los pocos días que estoy en España.

Y ya que me pongo a hablar de regalos, y sólo por restarle un punto nostálgico a estas líneas: uno de los peores regalos que me han hecho fue un vale que servía para ir a un concierto de un grupo que me gusta mucho a Australia… Y cuando me puse a investigar, resultó que ese concierto ya había tenido lugar un año antes… Así que me quedé sin concierto y sin regalo.

¿Cuál es el mejor y / o el peor regalo que os han hecho a vosotros?

Vacaciones con niños en el Europa Park

Si hay alguien que aún no tiene claro a qué dedicar sus próximas vacaciones, permítame ofrecerle mi más sincera y subjetiva opinión sobre el Europa Park.

Justo al lado de la frontera entre Alemania y Francia y no muy lejos de Estrasburgo en dirección sur hay un lugar llamado Rust, en el cual se encuentra el Europa Park (parque Europa), un parque temático ambientado en diversos países y el cual merece mucho la pena visitar, especialmente si se va con niños.

El verano pasado dedicamos unos días de finales de agosto a visitar este parque con una familia de amigos y lo cierto es que merece mucho la pena. Para aprovechar que el viaje en coche desde Salzburgo es bastante largo, decidimos pasar allí tres noches en un hotel que forma parte del parque, al cual sumamos tres entradas diarias al parque en sí, aunque sin incluir el acceso a Rulantica, que es como denominan a la parte acuática. Y la verdad es que fue una lástima, porque el hotel donde nos alojamos disponía de su propia entrada a este apartado, pero aprovechamos que nos hizo buen tiempo y nos centramos en el parque principal.

Como se ve en el plano de abajo, las zonas temáticas del parque están divididas por países:

He de añadir que en el verano de 2022, cuando fuimos nosotros, había una obra al lado de Grecia, ya que, por lo visto, están construyendo Croacia al lado. O a lo mejor ya han terminado. Este parque tiene ese punto a su favor: que por lo visto está en constante actualización y ampliación, de manera que, si se visita después de varios años, siempre se encuentra algo nuevo.

Y lo que a mí me resultó más gracioso es no sólo esa división por países con su correspondiente decoración, sino que en los bares, restaurantes y puestos de comida de cada zona se puede comer más o menos comida típica de esos lugares.

Si no se quiere llevar todo el tiempo el plano del parque en la mano, existe una aplicación para el móvil que incluye información sobre las atracciones, cuánto tiempo de espera hay actualmente antes de entrar a cualquiera de ellas, e incluso existe la posibilidad de recibir notificaciones sobre cuándo comienza el próximo espectáculo al que queramos asistir:

No voy a entretenerme en hablar de montañas rusas y atracciones alucinantes, ya que íbamos con tres niños de entre cuatro y doce años y, por lo tanto, probamos muchas cosas infantiles y no tanto otras atracciones más salvajes, que eran, además, donde había colas más largas. Sí puedo decir, no obstante, que hay de todo y para todos los gustos, y no me refiero sólo a atracciones sino también a los muchos espectáculos que se ofrecen a lo largo de todo el parque y en varios momentos del día.

El parque se puede visitar entre las 9:00 de la mañana y las 18:00 horas. Personalmente creo que con una entrada de sólo un día se puede ver bastante, pero si se quiere ir con calma y repetir en las atracciones, una entrada para dos o tres días es la mejor opción. Con respecto al acceso, sólo puedo decir que se puede llegar bien en coche (está muy bien señalizado) y disponen de un aparcamiento para autocaravanas; si existen buenas conexiones o no en transporte público, no tuvimos la opción ni la necesidad de comprobarlo.

Una cosa muy buena que le veo a este parque es que dispone de dos «líneas» de tren por dentro del mismo, una de ellas transcurre a nivel del suelo y la otra va por encima de muchas atracciones, y cada una de ellas circula en un sentido diferente. Así, si uno se encuentra en una región y no quiere ir andando hasta otro país, o éste se encuentra alejado, o los niños están cansados, se monta en el tren y listo. No hay que pagar aparte, está organizado como si fueran atracciones. Y las paradas tienen una decoración temática muy chula:

Con respecto al alojamiento, me gustaría añadir que nosotros optamos por un hotel del parque porque la decisión de pasar allí unos días fue relativamente espontánea y tardía, y para cuando quisimos hacer la reserva, todos los apartamentos y hostales de los alrededores estaban ya llenos. Y también los hoteles más cercanos al parque; a nosotros nos tocó el Kronasar, que es el que está más alejado:

A pesar de ello, la comunicación entre el parque y sus hoteles está muy bien organizada: disponen de unos autobuses que pasan con bastante frecuencia y conectan todos estos puntos. Con respecto al precio, un hostal o apartamento habría sido bastante más económico, seamos sinceros, pero oye… Para una vez que vamos… Es un esfuerzo que se puede hacer.

En nuestra reserva sólo estaba incluido el alojamiento y el desayuno. Para cenar probamos un par de locales en Rust (una pizzería y un sitio de hamburguesas) y un día cenamos en nuestro hotel. Dentro del mismo había dos restaurantes diferentes y decidimos probar el que tenía el buffet libre. No estuvo mal, aunque cuando yo voy a un sitio de estos pago básicamente por sentarme, ya que ceno muy poco y nunca compensa. El Cocinero alemán se molestó bastante al comprobar que todas las noches se repetían los mismos platos en el buffet y, cuando lo comentó en la recepción le dijeron (atención para quienes duerman en un hotel) que los huéspedes de los hoteles pueden cenar en cualquier restaurante de cualquiera de los hoteles del parque. Pagando, evidentemente, pero está bien saber que se puede ir hasta otro hotel a cenar. Para la próxima ya lo sé, porque me habría gustado ir a uno de los que están ambientados en España a ver qué ofrecen desde la cocina.

Con respecto a las comidas, en cada país del parque tienen comida más o menos temática: pizzas en Italia, crepes en Francia, pescado en Escandinavia… Hay para todos los gustos y también para todos los bolsillos, aunque en líneas generales se paga más que yendo a comer a un restaurante cualquiera al lado de casa.

En cualquiera de los casos, y como decía más arriba, es una inversión que merece la pena hacer; tanto niños como adultos disfrutan por igual y, en nuestro caso, no son unas vacaciones que vayamos a repetir todos los veranos, aunque seguramente volveremos alguna vez.

Por último, añado unas cuantas fotos aleatorias de varias zonas del parque; a lo mejor alguno se anima a hacer una visita cuando las vea:

Como siempre digo, yo sólo puedo hablar de aquello que he visto cuando yo lo he visitado; para más información o para consultar detalles actualizados sobre precios, horarios, etc., lo mejor es visitar la web oficial del parque o contactar directamente con ellos, disponen de un servicio de información muy atento.

Salvo la imagen con el plano del parque, todas las demás fotos incluidas en esta entrada son propias.

¡Feliz feliz aniversario!

Justo hoy hace dos años que me casé. ¡Ah! ¡Espera! Que nunca llegué a escribir sobre aquello… Pues habrá que retroceder un poco en el tiempo…

Allá por el año 2019, en una acción bastante poco impresionante y carente por completo de romanticismo, pero no por ello falta de sorpresa, el Cocinero alemán me preguntó si quería casarme con él. Mi respuesta fue: «pero no quiero una boda grande».

Pasaron los meses y comenzamos a organizar cosas. Yo me apunté a esa web donde te recuerda cada día cuánto queda para la gran fecha, cuándo hay que reservar cada cosa, etc., y nos dedicamos a escribir una lista de invitados que no paraba de crecer y crecer.

En el camino de esa aventura nos topamos con la burocracia, esa vieja conocida mía. Nuestra idea original era casarnos por lo grande en septiembre de 2020, y la boda civil queríamos hacerla antes de esa fecha, nos daba igual que fuera un día o un mes antes… Simplemente, cuando estuviera el papeleo preparado. Ahora bien, en ningún caso con una diferencia mayor de seis meses entre ambas fechas, porque, si no, la documentación pierde su validez. Así que en enero nos pusimos a ello.

La funcionaria de nuestro ayuntamiento nos ayudó en todo el proceso. Lo que a nosotros nos pidió fue lo siguiente:

  • Documento de identidad. Ella nos hizo las copias correspondientes, pero a lo mejor hay quienes no tienen tiempo o ganas, por lo que siempre es aconsejable llevarlas, por si acaso.
  • Meldezettel de ambos, para comprobar nuestro lugar de residencia.
  • Certificado de nacimiento, que en mi caso tuve que mandar traducir (con traducción jurada) por aquello del idioma, aparte de presentar también el original, a pesar de que ella no entendía nada.
  • La llamada Ehefähigkeitsurkunde, o, como se llama en España, certificado de capacidad matrimonial, que sirve para demostrar que se está soltero y por lo tanto se puede uno casar.

Este último punto fue en un caso fácil y en el otro más complicado. A la hora de obtener la documentación del Cocinero alemán, la funcionaria se encargó personalmente de ello, dado que entre las administraciones de estos dos países existen acuerdos para ello. En el caso español, nos costó un poco más…

Primero tuve que informarme a través de la Embajada de España en Viena sobre cuáles eran los pasos a seguir. El primero de todos ellos fue tramitar la solicitud del certificado de capacidad matrimonial, para lo cual es necesario rellenar un formulario que se puede descargar en este enlace, y al cual hay que acompañar de una serie de documentación, básicamente la misma que me pidieron en mi ayuntamiento. Todo ello se remite por correo electrónico y, si no falta ningún documento, se tardan aproximadamente ocho semanas hasta que se puede dar el siguiente paso.

En nuestro caso, ese trámite se alargó algo más de la cuenta, ya que en esa fecha comenzó el confinamiento debido al coronavirus, y como el mundo entero se paró, así también lo hizo nuestra solicitud.

En el mes de mayo recibimos por fin confirmación de que todo estaba en orden y, por lo tanto, podíamos concertar una cita presencial en la Embajada para ratificar nuestra solicitud y presentar los originales de los documentos enviados previamente.

Ya había oído a algunas personas comentar que dicha entrevista se hacía a ambos contrayentes por separado, como en las películas, para comprobar que no se trata de un matrimonio de conveniencia. En nuestro caso, las tres horas de viaje hasta allí (más las otras tres de vuelta) se redujeron a una entrevista conjunta de media hora de duración; ya que habían visto que llevábamos años compartiendo dirección y, además, hay un retoño en común.

Nos dijeron, también, que teníamos que dejar pasar creo que 48 horas o algo así (del tiempo exacto ya no me acuerdo bien), en el cual se haría pública nuestra intención de casarnos, en caso de que alguien tuviera algo que objetar en contra de ese matrimonio. Y, después, si no había quejas, ya recibiríamos mi certificado, que nuestro ayuntamiento aún seguía necesitando.

Con todo esto llegamos ya al mes de junio y solamente teníamos hasta primeros de julio si queríamos hacer la boda civil antes de que acabaran los seis meses de plazo. De lo contrario, habría que repetir todo el proceso desde el principio, visita a la Embajada incluida.

A últimos de junio por fin recibimos toda la documentación, y acordamos una cita para la boda con la funcionaria: el siguiente sábado, que era el último de mes, y que cayó en tal día como hoy. Es decir, no elegimos la fecha para conmemorar algo especial, sino porque era la última opción que nos quedaba.

A pesar de que fue una boda en la que solamente estuvimos nosotros tres presentes más dos amigos, yo me quise atener a la regla esa que cuentan por ahí y llevé algo nuevo (los zapatos, que en teoría iban a ser para la boda grande), algo viejo (el vestido, que ya había intentado usar sin éxito para dos bodas anteriores), algo azul (las uñas de los pies, ya que el vestido era verde y no conjuntaba muy bien) y algo prestado (la pulsera de una amiga). Yo lloré, como me pasa en todas las bodas, firmamos, nos fuimos a comer y a las dos estábamos de vuelta en casa para la siesta de Monete.

A la Embajada tuvimos que enviar posteriormente una copia del certificado de matrimonio y el libro de familia que ya teníamos para que inscribieran el acontecimiento.

Y esto fue todo en realidad. La boda grande la tuvimos que aplazar, ya que por motivos sanitarios no podían hacerse grandes celebraciones… Y al año siguiente cuando parecía que la cosa iba algo mejor resultó que no lo era del todo y, ante varias bajas importantes y algo de inseguridad respecto a las medidas sanitarias, decidimos dejarlo como estaba. Y no, ya no va a haber boda grande, porque a mí, después de dos intentos, ya no me apetece volver a empezar con los preparativos y porque, aunque no pudiera venir nadie de la familia por lo precipitado de la fecha, en realidad tuve la boda pequeña que yo quería.

Fin.

PD. Si alguien necesita información más oficial que la que yo pueda aportar, aquí está todo incluido.