Prepara la mochila para el cole

… y mientras esperamos, vamos adelantando un poco una parte del proceso, y nos vamos a comprar la mochila del cole.

Por alguna razón que no alcanzo a comprender, el hecho de comprar la primera mochila escolar parece ser un momento especial y realmente importante cuando se va a empezar con esta nueva etapa. A través de otras mamás, descubrí que hay una tienda especializada en este artículo tan sólo dos pueblos más allá, así que allí nos fuimos.

La recomendación que me hicieron ya antes fue pedir una cita. ¡Una cita! ¡Para comprar una mochila! Nos arriesgamos y fuimos de forma espontánea, a lo loco. Y al llegar nos encontramos solos en el lugar y con tres vendedores para nosotros.

Una de ellas le propuso a Monete escoger cuatro o cinco mochilas diferentes de las muchísimas que había desplegadas por las largas paredes de la tienda y, mientras el Cocinero alemán y yo nos acomodábamos en un sofá, se las fue probando una a una y dando paseos a lo largo y ancho de la tienda. Ésta es enorme. Esa otra no se le pega bien a la espalda. Aquélla tiene los tirantes demasiado anchos. Tiene su aquél esa profesión.

El caso es que al final elegimos una de tan sólo casi un kilo, con un cierre súper chulo de no sé qué, bolsillo exterior para conservar frescos los alimentos, decoraciones intercambiables previo pago y tirantes adaptables, y todo por el módico precio de trescientos euretes. Ahí está la ganadora:

Y cuando yo pensaba que nos habíamos gastado una pasta ¡en una mochila! me cuenta una amiga un par de días después que la mejor amiga de Monete ha elegido una con un LED en el bolsillo de abajo y le ha costado evidentemente todavía más…

Quiero ver la parte positiva en el hecho de que la mochila crece y se estira a la par que el niño, que dentro ya había dos estuches, uno lleno de pinturas, y que tiene cuatro años de garantía, que es el tiempo que la va a necesitar mientras curse primaria.

Además, le «regalaron» un cono de este estilo:

que se entrega a la criatura el primer día de clase y que se rellena con gominolas, una goma de borrar, lápices y cosas útiles para comenzar el colegio. Pero eso ya os lo contaré cuando lleguemos.

De momento, nos quedamos con la mochila colorida y una foto de Monete sentada en un trono con ella y con su cono (Schultüte se llama), de la cual tenemos nosotros dos copias, mientras que una tercera está colgada en el escaparate de la tienda junto a la amiga con su mochila de LED.

Vamos al cole

Una vez os hablé un poco por encima del sistema educativo austriaco. Pues ya que nos encontramos en el paso de la guardería a primaria, os voy a contar un poco cómo funciona ese proceso.

En el mes de octubre recibimos por parte de la guardería la información relativa a la inscripción en el colegio, que consta de varias partes. Primero, tuvimos que concertar una cita con la directora del colegio del pueblo, con la intención de presentar al niño, entregar una serie de formularios y hablar unos diez minutos. Los formularios, si a alguien le interesa, ya nos los habían hecho llegar a través de la guardería, e incluyen cosas como nombre y apellidos, trabajo de los padres, datos de contacto evidentemente, consentimiento para darles una pastilla en el colegio en caso de catástrofe nuclear, lo típico. Esto último es cierto.

El siguiente paso tendrá lugar en el mes de febrero. En un determinado día, la guardería lleva a todos los niños mayores al colegio, y allí pasan alrededor de dos horas haciendo no sé exactamente qué en grupo. Y otro día distinto, por la tarde, tenemos que llevar los padres a los niños otra vez al colegio, siguiendo una lista que nos han ofrecido, a que hagan un test de forma individual que dura alrededor de cuarenta minutos.

Decidme lo que queráis, a mí ese test me parece una crueldad. No por las actividades que tienen que hacer en sí, ya que son cosas que se supone que tienen que saber antes de empezar el colegio, sino porque, en el fondo, sirve para descartar: aquellos que no cumplen con el estándar que se espera de ellos (en febrero, siete meses antes de empezar el colegio), se derivan a la Vorschule que ya os contaba en su día. Esa Vorschule se hace también en el mismo colegio y, en el caso de este pueblo, en la misma clase que el resto de niños, ya que no son tantos como para hacer una clase extra. Lo cual no está tan mal. Lo que me parece cruel es clasificar las aptitudes de esos niños tan pronto y ya con la idea de fondo de que algunos de ellos no van a lograr completar el primer curso, y por lo tanto necesitan un año extra. ¿Qué necesidad tienen niños de 6 años de demostrar cierto tipo de cosas? ¿No estamos aburridos de escuchar que cada niño aprende a su ritmo, que debemos dejarles tiempo… pero a la hora de entrar al colegio, o saben hacer algo o necesitan automáticamente otro año más?

En fin, no me quiero extender porque este tema me daría para una entrada entera, ya que yo personalmente tengo sentimientos encontrados respecto a este sistema.

Cómo se procede después de ese proceso es algo que os podré contar cuando superemos (o no) el «test de madurez» como lo hacen llamar.

Hay padres que deciden llevar a sus hijos a colegios privados o de integración; en cualquiera de esos casos, somos nosotros los que tenemos que informarnos con la suficiente antelación y contactar directamente con el susodicho colegio para seguir sus trámites. Recalco lo de la antelación, ya que determinados colegios tienen una muy larga lista de espera, y a veces hay que hacer la inscripción más de un año antes de que el niño vaya a empezar el primer curso.

En cualquiera de los casos, la directora del colegio nos dijo que normalmente los padres nos preocupamos por este proceso y por ese test bastante más de lo que realmente sería necesario. A lo mejor tiene razón. A Monete, por ahora, le importa bastante poco toda esta historia, así que lo único que nos queda por hacer es esperar…

¿Juegas?

¿Juegas a algo en tu día a día?

Dicen que los hijos te cambian la vida, y es verdad. A mí siempre me ha gustado mucho jugar a juegos de mesa y me encanta hacer puzzles, pero desde que tenemos a Monete y ha superado cierta edad, juego mucho más que antes. A veces, a juegos que yo ya tenía o quería tener cuando era pequeña, como el Tragabolas, el juego del pirata con las espadas y el barril (versión Olaf) o el de Operación (versión Trolls).

Otras veces, jugamos a juegos nuevos, o al menos desconocidos para mí. Recientemente hemos descubierto uno llamado Mini Lük:

… que incluye un cajetín con números (en la foto se ve el reverso, cada uno con un color) y un libro, y el juego consiste en relacionar las imágenes de una página del libro con las de la página que está justo al lado precisamente a través de los números del cajetín, siendo posible controlar uno mismo si la solución es la correcta comparando el dibujo que se forma al reverso de los números con el dibujo que aparece en la página en la que se ha estado jugando. A lo mejor lo explico de forma un poco complicada, pero me parece muy interesante y, además, he descubierto que parece ser un juego típico de Austria; aquí lo conoce todo el mundo, pero mis suegros, cuñados y demás conocidos de origen alemán nunca habían oído hablar de él.

A través de recomendaciones y regalos, también hemos descubierto otros juegos educativos que al mismo tiempo son bastante divertidos.

Y, así, mientras jugamos, aprendemos las formas y los colores, la hora o las reglas de tráfico. Éste último ha resultado ser el preferido de Monete estas navidades. Aunque yo sigo esperando hasta mañana, a lo mejor los Reyes Magos nos traen algún que otro juego, para tener más variedad.

Monete juega mucho con Barbies, Playmobil y Lego, y yo a veces, cuando de verdad necesito distraerme, juego a un juego en el móvil al que llamamos «el de las vacas»; que cada cual imagine de qué trata.

Y muchas otras veces, soy yo la que propone o digamos casi medio obliga al resto a jugar a algo que no tenga que ver con muñecos. Que no es que sea malo, pero un poco de variedad no viene mal.

Así que sí, en nuestro día a día jugamos y mucho. ¿Y vosotros?

Vacaciones con niños en el Europa Park

Si hay alguien que aún no tiene claro a qué dedicar sus próximas vacaciones, permítame ofrecerle mi más sincera y subjetiva opinión sobre el Europa Park.

Justo al lado de la frontera entre Alemania y Francia y no muy lejos de Estrasburgo en dirección sur hay un lugar llamado Rust, en el cual se encuentra el Europa Park (parque Europa), un parque temático ambientado en diversos países y el cual merece mucho la pena visitar, especialmente si se va con niños.

El verano pasado dedicamos unos días de finales de agosto a visitar este parque con una familia de amigos y lo cierto es que merece mucho la pena. Para aprovechar que el viaje en coche desde Salzburgo es bastante largo, decidimos pasar allí tres noches en un hotel que forma parte del parque, al cual sumamos tres entradas diarias al parque en sí, aunque sin incluir el acceso a Rulantica, que es como denominan a la parte acuática. Y la verdad es que fue una lástima, porque el hotel donde nos alojamos disponía de su propia entrada a este apartado, pero aprovechamos que nos hizo buen tiempo y nos centramos en el parque principal.

Como se ve en el plano de abajo, las zonas temáticas del parque están divididas por países:

He de añadir que en el verano de 2022, cuando fuimos nosotros, había una obra al lado de Grecia, ya que, por lo visto, están construyendo Croacia al lado. O a lo mejor ya han terminado. Este parque tiene ese punto a su favor: que por lo visto está en constante actualización y ampliación, de manera que, si se visita después de varios años, siempre se encuentra algo nuevo.

Y lo que a mí me resultó más gracioso es no sólo esa división por países con su correspondiente decoración, sino que en los bares, restaurantes y puestos de comida de cada zona se puede comer más o menos comida típica de esos lugares.

Si no se quiere llevar todo el tiempo el plano del parque en la mano, existe una aplicación para el móvil que incluye información sobre las atracciones, cuánto tiempo de espera hay actualmente antes de entrar a cualquiera de ellas, e incluso existe la posibilidad de recibir notificaciones sobre cuándo comienza el próximo espectáculo al que queramos asistir:

No voy a entretenerme en hablar de montañas rusas y atracciones alucinantes, ya que íbamos con tres niños de entre cuatro y doce años y, por lo tanto, probamos muchas cosas infantiles y no tanto otras atracciones más salvajes, que eran, además, donde había colas más largas. Sí puedo decir, no obstante, que hay de todo y para todos los gustos, y no me refiero sólo a atracciones sino también a los muchos espectáculos que se ofrecen a lo largo de todo el parque y en varios momentos del día.

El parque se puede visitar entre las 9:00 de la mañana y las 18:00 horas. Personalmente creo que con una entrada de sólo un día se puede ver bastante, pero si se quiere ir con calma y repetir en las atracciones, una entrada para dos o tres días es la mejor opción. Con respecto al acceso, sólo puedo decir que se puede llegar bien en coche (está muy bien señalizado) y disponen de un aparcamiento para autocaravanas; si existen buenas conexiones o no en transporte público, no tuvimos la opción ni la necesidad de comprobarlo.

Una cosa muy buena que le veo a este parque es que dispone de dos «líneas» de tren por dentro del mismo, una de ellas transcurre a nivel del suelo y la otra va por encima de muchas atracciones, y cada una de ellas circula en un sentido diferente. Así, si uno se encuentra en una región y no quiere ir andando hasta otro país, o éste se encuentra alejado, o los niños están cansados, se monta en el tren y listo. No hay que pagar aparte, está organizado como si fueran atracciones. Y las paradas tienen una decoración temática muy chula:

Con respecto al alojamiento, me gustaría añadir que nosotros optamos por un hotel del parque porque la decisión de pasar allí unos días fue relativamente espontánea y tardía, y para cuando quisimos hacer la reserva, todos los apartamentos y hostales de los alrededores estaban ya llenos. Y también los hoteles más cercanos al parque; a nosotros nos tocó el Kronasar, que es el que está más alejado:

A pesar de ello, la comunicación entre el parque y sus hoteles está muy bien organizada: disponen de unos autobuses que pasan con bastante frecuencia y conectan todos estos puntos. Con respecto al precio, un hostal o apartamento habría sido bastante más económico, seamos sinceros, pero oye… Para una vez que vamos… Es un esfuerzo que se puede hacer.

En nuestra reserva sólo estaba incluido el alojamiento y el desayuno. Para cenar probamos un par de locales en Rust (una pizzería y un sitio de hamburguesas) y un día cenamos en nuestro hotel. Dentro del mismo había dos restaurantes diferentes y decidimos probar el que tenía el buffet libre. No estuvo mal, aunque cuando yo voy a un sitio de estos pago básicamente por sentarme, ya que ceno muy poco y nunca compensa. El Cocinero alemán se molestó bastante al comprobar que todas las noches se repetían los mismos platos en el buffet y, cuando lo comentó en la recepción le dijeron (atención para quienes duerman en un hotel) que los huéspedes de los hoteles pueden cenar en cualquier restaurante de cualquiera de los hoteles del parque. Pagando, evidentemente, pero está bien saber que se puede ir hasta otro hotel a cenar. Para la próxima ya lo sé, porque me habría gustado ir a uno de los que están ambientados en España a ver qué ofrecen desde la cocina.

Con respecto a las comidas, en cada país del parque tienen comida más o menos temática: pizzas en Italia, crepes en Francia, pescado en Escandinavia… Hay para todos los gustos y también para todos los bolsillos, aunque en líneas generales se paga más que yendo a comer a un restaurante cualquiera al lado de casa.

En cualquiera de los casos, y como decía más arriba, es una inversión que merece la pena hacer; tanto niños como adultos disfrutan por igual y, en nuestro caso, no son unas vacaciones que vayamos a repetir todos los veranos, aunque seguramente volveremos alguna vez.

Por último, añado unas cuantas fotos aleatorias de varias zonas del parque; a lo mejor alguno se anima a hacer una visita cuando las vea:

Como siempre digo, yo sólo puedo hablar de aquello que he visto cuando yo lo he visitado; para más información o para consultar detalles actualizados sobre precios, horarios, etc., lo mejor es visitar la web oficial del parque o contactar directamente con ellos, disponen de un servicio de información muy atento.

Salvo la imagen con el plano del parque, todas las demás fotos incluidas en esta entrada son propias.

Monete y la música

Ya desde que Monete empezó a ir al Krabbelgruppe (la guardería para menores de 3 años) mostró un gran interés por la música. «¡Pues como todos los niños!» me decía todo el mundo. Vale, pero en nuestro caso evolucionó un poco más. Tanto le gustaba ver a sus profes tocando canciones con la guitarra, que le organizamos una propia, de color verde, que aún sobrevive de forma íntegra después de casi 3 años. Cuando llega a casa, coloca a sus Playmobil, Barbies o lo que pille en círculo, se sienta con ellos, y les canta algo con la guitarra.

Casi cada tarde encendemos la radio y escuchamos lo que sea. Y canta. Y baila. Aclararé esto de radio porque para mí es importante: precisamente por la misma época en que nos llegó la guitarra, compré un (no sé cuál es su nombre real) altavoz que se conecta con el móvil por Bluetooth, para poder escuchar lo que queramos sin tener que estar mirando continuamente a una pantalla. En esta casa funciona muy bien; Monete (o quien sea) elige la música que quiere, yo la pongo, y a disfrutar.

Sin embargo, en nuestro entorno ven esto como un atraso, ya que existe una cosa cuyo nombre sí conozco pero de la que no voy a hacer publicidad, que no deja de ser un cubo con un altavoz encima del cual se coloca la figurita deseada, y ésta canta o cuenta un cuento, o reproduce la música que nosotros hayamos guardado dentro previamente. Y ello sirve, según los padres que intentan convencerme de que es el invento del siglo, para que los niños puedan escuchar lo que quieran cuando ellos quieran. Me parece estupendo. Yo no lo voy a comprar. Y no quiero que nos lo regalen. Porque el cubo en cuestión cuesta unos 80€ y cada una de las figuritas hay que organizarlas aparte, y a mí eso sí que me parece un gasto innecesario. Sin contar con que yo no quiero que Monete tenga de todo, sino que sepa apreciar aquello que tiene y que no se agobie con millones de cosas. Por eso digo que, para nosotros, un altavoz con Bluetooth y la posibilidad de hablar y decidir entre todos qué se escucha, es más que suficiente.

Pero volvamos al tema de la música. Dado que yo no estoy musicalmente dotada, llegó un momento en que no podía ofrecerle más a Monete que su guitarra y una serie de instrumentos musicales para que pruebe por su cuenta de vez en cuando. Por eso consideré la opción de apuntarle a una escuela de música. Estamos en Salzburgo, la ciudad de la música, algo habrá, ¿no?

Pues sí. Existe una institución llamada Musikum cuya página web deja un poco que desear, pero que por otra parte funciona bien; a mí siempre me han atendido muy atentamente tanto por teléfono como por correo electrónico.

El caso es que el curso pasado, después de intercambiar varios correos, nos invitaron a una clase de prueba para niños de hasta 4 años, en la que tanto los peques como un progenitor, cantan y bailan todos juntos. A Monete le gustó mucho, y tras ese día nos indicaron que podíamos sumarnos a esa clase, a pesar de estar el curso ya empezado – y casi acabando. Eso a mí ya no me gustó tanto, ya que, por mucho que le pueda gustar, la música es (de momento) algo extra(escolar) y no quería que perdiera una mañana entera de guardería por una hora de actividades musicales, a pesar de que en la guardería no me pusieron ningún problema.

Ya que habíamos probado, pregunté por algo más: el grupo que sigue al de los peques con mamás, que es uno para niños de entre 4 y 6 años y que les permite a ellos solos introducirse en el mundo de la música, aprender a seguir ritmos, probar instrumentos diferentes y bailar. Mi gozo en un pozo: en la sede que tenemos más cerca de casa sólo ofrecen ese grupo por las mañanas. Justo lo que yo no quería. Así que nos fuimos un poco más lejos: directamente a Salzburgo.

Allí llevamos ya desde finales de septiembre y no podríamos estar más felices. Al principio yo también formaba parte de las clases, hasta que Monete se acostumbró a que yo esperase al otro lado de la puerta, y ahora funciona sin ningún problema. Monete se alegra cuando llega el día de la semana en que vamos a la escuela de música, prueba instrumentos diferentes, la profe les deja pintar dibujos un poco antes de acabar la clase… Y así es como comenzamos con nuestra primera actividad extraescolar.

Próximamente van a organizar una tarde en la que juntan a varios grupos y otros niños mayores o profesores presentan instrumentos que ellos no pueden aún utilizar, al ser pequeños para ello. Y tengo que decir que tengo muchas ganas de que llegue ese día, porque hace poco nos encontramos a una mujer tocando el violín en la calle y la cara de alegría y de emoción que puso Monete al verla hacía mucho que no se la veía.

¿Será guitarra? ¿Será violín? ¿Se cansará de la música y tendremos que interrumpir las visitas a la escuela? No lo sé. Lo importante para mí es que pueda hacer algo que le interese durante el tiempo que quiera y, sobre todo, sin sentirse obligado a ello. Y, en definitiva, que disfrute de la música.

Érase una vez… Un año nuevo

Os leo. Creedme que me encanta seguir recibiendo comentarios, emails y preguntas, aunque ya no responda tan deprisa como lo hacía cuando empecé con este blog. Las obligaciones familiares son lo que tienen.

Todos los años me propongo retomar el blog y volver a escribir cada vez un poco más. Pero, ¿qué contar, si en estos tiempos de pandemia uno no puede hacer gran cosa? Ahora que Monete ya está en edad de descubrir un poco más el mundo y de poder pasar más tiempo cada vez más lejos de casa, hay que pasar por controles, cuarentenas y vacunas para mantener una cierta normalidad.

Pero no venía aquí a hablar de eso – ese tema ya me aburre demasiado -, sino a hacer propósito de enmienda y a contaros (al que le interese) cómo hemos pasado las navidades.

Aunque el 24 de diciembre siempre lo he concebido como un día para estar con toda la familia, desde que Monete llegó a nuesttas vidas hacemos cena familiar nosotros tres. Como cada año, cenamos una sopa cuyo nombre olvido siempre al cabo de cinco minutos desde que el Cocinero alemán me lo explica, y que lleva lo que cada uno de nosotros le quiera echar: Monete sólo quiere Backerbsen (una especie de garbanzos que están huecos por dentro y ni siquiera son legumbres), yo me conformo con fideos (aquí son más largos que en España, pero haberlos, haylos) y salchichas cortadas chiquititas; y el Cocinero alemán echa todo eso y alguna que otra cosa más. Después de cenar, siempre aprovechamos para lavarnos los dientes y justo en ese momento, mira tú por dónde, viene el Christkind con sus regalos y nos lo perdemos en persona.

El día 25 hicimos cena familiar (con la parte alemana) aquí en casa. Al Cocinero alemán le apetecía cocinar para su familia, y oye… Si no hay que ir muy lejos y yo no tengo que preparar la cena ¡me apunto! ¡Y había otra vez regalos! ¡Estupendo!

La sorpresa de este año nos la llevamos en Nochevieja. Como cada año, invitamos a dos amigos a venir a cenar y a tomarse las uvas, tradición que yo personalmente voy expandiendo allá por donde vaya en este país. Pero este año ampliamos la invitación a la mejor amiga de Monete y su familia. Ellos no llegaron a las uvas, pero el resto sí… ¡También Monete! Que no quiso comerse sus propias uvas, aunque sí ayudarme a mí con las mías. El problema es que era su primera vez y aquello iba tan rápido, que cuando consiguió darme una uva a tiempo era ya la última. El próximo año, si aguanta, le doy 6 lacasitos de esos chiquititos de la marca que hay aquí y le enseño quién es Ramón García, si es que él también repite y yo consigo sintonizarle.

El día de Reyes aún no está tan interiorizado porque el resto de amiguitos no lo celebra y, por lo tanto, soy yo la única que habla de ese día, pero no por ello lo celebramos con la misma ilusión, viendo la cabalgata por el canal internacional y esperando dos horas el día 6 a que se despertaran los pajes españoles para hacer una videollamada.

Y, así a lo tonto, ya llevamos más de una semana en este 2022. Aún no ha llegado otra Filomena, ni los americanos han asaltado ningún organismo oficial, pero oye… ¡Aún hay tiempo!

Os deseo lo mejor para este nuevo año y ¡Os sigo leyendo!

El sistema educativo en Austria

Desde hace unas semanas Monete ya no forma parte del Krabbelgruppe (el jardín de infancia hasta los 3 años), sino que ya ha pasado al Kindergarten. Y me preguntan algunos desde España: ¿así, en medio del curso? Pues sí, dado que aquí el sistema escolar lo permite. ¿Me dejáis contároslo?

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Hijos bilingües

Una vez leí en Internet, en un artículo que por desgracia no he conseguido volver a encontrar, una muy buena explicación sobre los hijos bilingües y las formas que existen de criarlos – en lo que a idiomas se refiere.

En dicho artículo aparecía una lista que refería tres posibles variantes a la hora de emplear varios idiomas con niños pequeños en casa: