Me suena tu cara

Ayer se creó una de esas situaciones que, al igual que ocurre con muchos fenómenos astrológicos, sólo tienen lugar una vez cada no sé cuántos millones de años luz: se organizó una quedada de gente española en Salzburgo. Lo que es el evento en sí no triunfó especialmente (al final tan sólo fuimos tres personas; cuatro, si contamos con un madrileño que trabaja en el sitio en que estábamos), pero fue en cualquier caso muy divertido y, además, me sirvió para proporcionaros hoy una anécdota.

El lugar en que se enmarca esta historia es la Augustiner Bräu de Salzburgo, un lugar que Sonia nos presentó en el vídeo que os puse en la última entrada que escribí. Allí estábamos, aún dos de tres, cuando mi acompañante me dejó un momento solita.

En ese sitio siempre hay gente por todas partes; vaya uno el día de la semana que sea, las mesas suelen estar llenas y, cuanto más tarde se vaya, peor, porque quedan menos sitios libres. En cualquier caso, la historia es la siguiente.

Hallábame yo apoyada en una pared para evitar ser arrastrada por las masas cuando vi pasar delante de mí a un hombre y una mujer, ambos hablando en español. Que conste en acta que no les conocía, nunca he comido con ellos. Como estas quedadas se suelen preparar originalmente a través de redes sociales (aunque luego cada uno llama a otros cuantos más y el asunto se acaba convirtiendo en una reunión a la que nunca se sabe cuánta gente va a acudir), yo no sabía si esas dos personas podían ser posibles nuevos fichajes. Así que, como soy como soy, les saludé como si les conociera de toda la vida: «¡Hola chicos! ¿Qué tal? ¿Sois españoles?».

En estos casos puede haber varias reacciones:

  1. Que oigas mal y realmente no hablen español sino portugués (que me ha pasado muchas veces). Pues nada, sonreír, saludar, desear un buen día al personal y adelante.
  2. Que sí hablen español (sean del país que sean) y se sientan intimidados porque un desconocido les salude con esa efusividad. En esos casos, se les nota más cohibidos, hablan un poquito y procuran huir de mí a la mayor velocidad posible.
  3. Que sean majetes y se paren a hablar contigo, de lo cual pueden surgir infinidad de cosas más, según el caso.
  4. Que no se enteren y te quedes hablando con el aire.

Pues en el caso de ayer, me encontré ante la reacción número 3, si bien hay que matizarla, ya que después de haberles saludado y ver que me respondían con una sonrisa, su primera frase fue: «¡Anda! ¡Tú eres María, la de la tele!». María la de la tele. Me siento más famosa que un concursante de gran hermano.

Me contaron que me habían visto en Madrileños por el Mundo y que iban precisamente a esa cervecería porque la habían descubierto en el reportaje y querían conocerla en persona. Y después de hablar un rato, me encontré con mi gozo en un pozo: no son residentes en Austria, sino turistas. Que ¡ojo! no es que tenga nada en contra de los turistas, pero es que me lanzo a darle palique a la gente y siempre me pasa lo mismo: que al día siguiente o tres días después se les acaban las vacaciones. Que me ha pasado muchas veces.

Poco después me encontraba con las otras dos integrantes de la reunión (ayer la cosa iba de mujeres), una de las cuales era de hecho Sonia, la otra madrileña que sale en el programa, cuando los dos españoles-turistas-que me conocían de la tele pasaron a nuestro lado con varias personas más. Mientras hablábamos de nuestras cosas, vi por el rabillo de mi ojo que nos señalaban con el dedo… ¡Estaban hablando de nosotras! Le propuse a Sonia ir a buscarles por la cervecería para contarles nuestras experiencias televisivas y firmar autógrafos si se daba la ocasión, pero ya era muy tarde y levantamos el campamento hasta la próxima.

Así que, sí, aquello que yo creía que jamás podría pasar (porque de verdad lo pensaba) sí que puede llegar a ocurrir: que la gente te vea por la tele y luego te reconozca por la calle. Lo típico.

7 comentarios en “Me suena tu cara

  1. Jajaja, es una sensación rara. A mi me pasó una vez hace poco, estaba yo en Ikea con mis monstruitos, iba a pagar cuando oigo «¿Krika?», alguien que yo no conocía me estaba llamando por mi nombre, me quedé a cuadros y resulta que era una lectora (también bloguera) que me había reconocido. Fue muy curioso, jeje. Un besito!

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